Su mirada azul se perdía más allá de los
cristales, ese mundo al otro lado de la ventana la estaba esperando. Su
profesora, el personal de apoyo, incluso sus compañeros le estaban preparando
para enfrentarse a la hostilidad de la sociedad. Pero ella no comprendía, no
entendía la necesidad de ese sufrimiento, sólo quería jugar con su muñeca, a
ella le podía contar sus secretos, sus miedos, sus idas y venidas.
Paula no estaba preparada para vivir en un mundo
que la rechazaba por su condición.
Siempre abrazada a su muñeca, siempre expectante,
siempre en silencio, siempre sonriendo. Escondida tras sus gafas observa a ese
niño que invade sus sueños, lo mira con la inocencia de una niñez que
conservará siempre, con la candidez de la niña alojada en su mente.
Llama su atención de la única manera que sabe
hacerlo, con la torpeza de la inocencia. Pero él no comprende que Paula no lo
sabe hacer de otra manera y se molesta, le molestan sus empujones, sus torpes
juegos, sus persecuciones por los pasillos, sus babas, incluso a veces su
presencia, porque está cansado de que le digan que la pobrecita Paula no sabe lo que hace.
Porque un niño que apenas sabe leer no comprende
que le peguen para llamar su atención o que al llegar a casa y abrir su mochila
para hacer los deberes se la encuentre llena de trozos de papel, o que todos
sus lápices de colores estén chupados y mordidos por una boca que no sea la
suya.
Porque un niño que apenas sabe leer no comprende
que Paula sea una pobrecita, porque se siente acosado, se siente indefenso ante
una situación que, cómo niño que es, no entiende.
Pobrecita Paula, no sabe lo que hace, le repiten
una y otra vez en la escuela. Pero él no comprende y se queja, se queja de la
única manera que sabe hacerlo, con la indiferencia.
Paula es una niña con necesidades especiales que
le cuenta a su muñeca cómo ese niño que tanto le gusta no le hace caso, que en el
recreo se siente sola, y no entiende que su idioma no le guste a nadie. Pero no
le importa, ella tiene a su muñeca aunque nadie más pueda verla.
Pero Paula no es pobrecita, Paula es una niña
especial que necesita que la enseñen a relacionarse, a convivir en la sociedad
que le ha tocado vivir. A integrarse en un mundo de niños donde los adultos no
tenemos cabida.
Paula no está preparada, no, pero ¿lo estamos los
demás?